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En 1999, las hermanas Wachowski
estrenaban Matrix en salas de cine de todo el mundo, fue un fenómeno. Espectáculo
de acción y efectos especiales que fue la delicia de los espectadores más
jóvenes, de las revistas de cine que llenaron páginas de reseñas de esta película
veraniega. Durante el furor de Matrix, no se dejó de hablar del estilo visual y
narrativo de la misma, propio de las películas de acción orientales y adaptado
al cine de héroe fantoche norteamericano. En uno de los puntos culminantes de
la película, el mesiánico héroe quedaba atrapado en el techo de un edificio, a
merced del grupo de agentes que le perseguían. Estos abren fuego contra Neo,
quien esquiva las balas con un movimiento que puso a llorar de emoción a los
adolescentes de aquel entonces, y a reír a posteriores audiencias con las
muchas parodias que se hicieron de aquel absurdo momento de la película. Matrix
fue un hito por sus abigarrados gráfica, pero también por exponer a una nueva
generación -a pesar de su sosa historia- la paranoica posibilidad de vivir en
una realidad distinta al cotidiano que aceptamos como verdadero.
Las historias de los mundos
alternativos no son nuevas en la literatura o el cine, sin embargo, tomamos
como referente esta película por su relativa cercanía –son casi veinte años de
su estreno- y su popularidad entre el colectivo. Se cuentan por miles los memes
y gifs animados que ilustran el momento en el que Morpheus ofrece a Neo dos
cápsulas, una para seguir dormido en esa falsa realidad y continuar como si
nada hubiese pasado, u otra para despertar al mundo verdadero donde los humanos
son esclavos de las máquinas, o un sistema. La posibilidad de que la realidad
fuera distinta a la que vivimos todos los días estaba expuesta –y de alguna
forma aceptada- a un nivel masivo. Las discusiones no se hicieron esperar, y la
virtualidad, campo de juego y de grandes e inocuas batallas, se llenó de estos
memes a manera de anhelo por una realidad distinta.
Tal es el poder del cine. Sus
imágenes tienen tanto alcance que se quedan en el imaginario colectivo, señalan
posibilidades, generan conductas, formas de ver, descubrir, o describir el
mundo. Cuando las hermanas Wachowsky entregaban Matrix, quizá estaban hablando
de su necesidad de una realidad distinta, quizá sólo querían hablar de sus
influencias del manga y el cine oriental. Quizá sólo somos nosotros, el público,
quienes gustamos de las historias paranoides y conspiratorias para explicarnos
lo que sucede en nuestro ahora. Esa es otra cualidad del cine: las películas
que marcan época nos dicen mucho de nosotros mismos, de lo que sabemos, de nuestros
anhelos y carencias. Matrix consigue ese lugar en el imaginario por ser una
metáfora que no se toma en serio a sí misma, es más un divertimiento que una
invitación, pero que llega a nosotros en un momento histórico en que teníamos esa
extraña necesidad de saber que nada de este cotidiano era cierto. Pero lo
queríamos así, virtualmente, flojamente, sin necesidad de tomárnoslo muy en
serio para no tener que comprometernos con los mecanismos propios del cambio.
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