Pensar ingeniosamente

Según el orden de la estructura argumental de la historia que estábamos trabajando con Victor, ya habíamos superado lo más complicado de nuestra producción: La escena del asalto. Sin embargo, apenas sentarnos a planear el llamado para el segundo acto, nos dimos cuenta de que una escena tan sencilla como la que planeábamos, con dos chicas charlando en una calle tenía sus propias y particulares complicaciones, tanto técnicas como escénicas.
En este acto, la hija del hombre que fuera apuñalado en el camión, se encontraría en una situación que la confrontaría su personal sistema de valores con el ansia adolescente. Esto sucedería cuando una amiga le ofreciera tomar sustancias ilegales a manera de escape. Marisa, nuestro personaje, se encuentra a si misma sola, pues papá había muerto, mamá estaba muy ocupada tratando de ganar el sustento, así que debía sortear muchas situaciones por si misma. Nuestra adolescente duda, trata de minimizar las preocupaciones de la madre encogiéndose de hombros y duda de nuevo antes de decidir que es mejor para ella misma, y todo parecía tan sencillo en el papel hasta que llegó la hora de grabar de nuevo.
Teníamos a la mamá, a la hija, a la amiga adolescente sin rumbo, pero no teníamos un diller como lo indicaba el guión, ni siquiera el auto en el cual llegaría este personaje -consejo: si ustedes son el autor del guión y las circunstancias no parecen permitir que todo salga tal cual lo soñaron, permítanse a ustedes mismos hacer ajustes para que la historia pueda contarse sin que la producción se vuelva una pesadilla logística- Así pues, nos preparamos para improvisar estas situaciones en la grabación cuando la fortuna y Oscar Gómez junto con su familia, pasaron por allí, por la calle donde grabamos la escena, y nos ayudaron de todo corazón a resolver el tema del diller -Ben García ya estaba listo para hacer del vendedor- y del auto. Los personajes ya estaban listos, pero, una vez más, las carencias técnicas y presupuestales nos limitaban, a la par que nos enseñaban que era lo que podíamos hacer: Podíamos tener un buen registro de audio si colocamos el micrófono de frente a nuestros actores, a un par de metros de distancia, eso nos daba un grabación tan buena como el micrófono lo permitía, pero suficiente como para poder editar el diálogo satisfactoriamente mientras jugábamos con otros ángulos. Todo iba marchando muy bien hasta que llegó el momento de grabar el encuentro con el diller: Cuando nos sentamos a editar, nos dimos cuenta de que el micrófono estaba muy lejos, y dando la espalda a Oscar, así que poco, poquísimo es lo que se logra entender de lo que platican los personajes dentro del auto. Así aprendimos que el micrófono tiene que estar siempre, siempre, frente al actor. Haciendo analogías, el audio es al micrófono lo que la imagen a la cámara: el gesto queda mejor registrado cuando está de frente. Eso lo sabemos ahora, pero en ese momento, nuestro material estaba incompleto. Podía editarse, pero le faltaba solidez al acto. Y es que, además de las complicaciones técnicas, también nos tropezamos con nuestro propio ingenio.
Dadas las características didácticas y de contenido social que debían cumplir estas historias -y este acto en particular- estábamos tan concentramos en entregar un segundo acto lleno de chispa y que fuera atractivo para la audiencia, que perdimos de vista el momento del conflicto de nuestra protagonista: Las amigas hablan de una tarea cuyo tema, particularmente, nos atrae; pero que no trasciende en la conversación de los personajes y el desarrollo de las acciones posteriores. Es esta conversación inicial -eso lo vemos ahora- nuestro puente que conectaría la circunstancia familiar de Marisa con ese momento que veríamos en pantalla.
Al final, nuestro segundo acto es colorido y dinámico, aunque con cierto sabor artificial que nos deja con ganas de regresar sobre nuestros pasos, pero contentos de todas esas cosas que nos estabamos enseñando a nosotros mismos.
Dejamos aquí este segundo acto del que ahora escribimos. Por esos días, pensábamos llamarlo "Frontera" a modo de título provisional, pero la verdad es que aún no teníamos el título de esta triada de cortos.

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Hasta que las ideas en papel se recrean en escena y se intentan grabar, uno se da cuenta que tan ingenioso es uno.