Hay
una ilustración de Boris Vallejo que, a
manera de meme, circula en los foros virtuales de cine y postproducción. Esta
imagen muestra al poderoso Atlas cargando el peso del cielo. Para convertirlo
en meme, alguien coloca un texto sobre la imagen del planeta, así el mundo se convierte en el cine
mexicano, con otro texto sobre el titán, la fuerza que soporta ese peso son los
pechos de Martha Higareda.
Como
broma, tiene cierta gracia. Si modificamos el texto sobre el titán, y en él escribimos “Omar Chaparro”
o “Aislinn Derbez” la broma sigue funcionando, nos da un momento de hilaridad,
material para discutir en ciertos grupos. Lo cierto es que nos gusta señalar a
estos personajes como presuntos responsables de la dominante situación de
refrito y comedia ligera
del cine nacional, sin embargo, tal es una postura simplista frente a lo complicado
de la situación de la cinematografía mexicana, y, para ser francos y
equitativos con el trabajo de estos personajes, tenemos aceptar que ninguno
define realmente el momento que aquí señalamos. Todos ellos son
circunstanciales, ninguno de ellos innovó en una formula narrativa, ni ha
cambiado la percepción del público, ni destruyó, en absoluto, ningún cimiento
sobre el cual se sostuviera la industria cinematográfica nacional.
Uno
de los grandes problemas de la industria es la distribución. Si bien ahora se
produce más que hace diez años, es cierto que muchas películas comienzan y
terminan su rodaje sin siquiera tener un contrato de distribución ni estrategia
de exhibición. Esta situación, aunada a la somera tabla de salvación que
significa la semana que los grandes exhibidores otorgan a las películas
nacionales en espera de los estrenos extranjeros, hace que muchas películas
-las que consiguen llegar a salas- pasen sus días de exhibición sin pena ni
gloria. En este tenor, aquel mar de refritos y comedias románticas que comentábamos líneas
arriba corre con mayor fortuna pues, a diferencia de producciones más pequeñas,
tienen detrás de si esos acuerdos de distribución y campañas para dar a conocer
sus películas. Proyectos que en apariencia no arriesgan mucho pues los contenidos
de estas historias no son más que continuidad de los temas a los que hemos
estado expuestos durante décadas. Fórmulas populares que han dado frutos desde
hace años y que son llevadas al cine con historias, rostros y resultados similares. Mero divertimento, audiencia
segura, negocio redondo.
Con
esto en cuenta, podemos señalar a otra dirección, y dirigirnos hacia las
producciones televisivas como otro de los responsables de que cundan estas
producciones debido a que muchos de los rostros que inundan la pantalla grande
se formaron en las filas de las telenovelas y programas de comedia. Así visto,
estas observaciones son como abrir una caja que dentro de sí contiene una caja
más pequeña, y dentro de esta otra más pequeña y así sucesivamente. Podemos
seguir sacando cajas y señalando responsables, sin embargo, casi nunca nos
tomamos en cuenta en esta serie de responsabilidades. Es debido a nosotros,
público, que existe esta ola de refritos y, además, con tanto éxito. Al momento
de decidir a dónde avocaremos nuestros ratos de ocio, optamos por las opciones al
alcance, las más sencillas. No exigimos mucho más que un rato de esparcimiento
o escape.
El
divertimento por el divertimento no tiene nada de malo, es incluso necesario
dada la naturaleza carnicera de este cotidiano, tan plétora de asuntos urgentes,
malas oportunidades y caminos paralelos a los que sólo se accede con mordidas o
favores. Ante este panorama, es hasta cierto punto comprensible el espíritu que
ronda las calles de este enorme país. La farsa política despliega su
espectáculo mientras consiguen separar a la gente en bandos pequeños y
dispersos; los estándares del éxito son tan extrañamente inalcanzables, que uno
se pregunta cómo es posible que sigamos comprándolos. Opciones para salir de la
particular circunstancia de cada uno hay pocas, poquísimas, y, sin embargo, es
posible hacerlo, pero pocos están dispuestos a sacrificar esa opción que ya
tienen a la mano, la de las buenas costumbres, la de lo que es correcto porque
así ha sido siempre. Parece preferible tomar sólo lo posible en lugar de negarse
y trabajar más, mucho más, por otra cosa, para zafarse de ese círculo, buscarse
otras metas, otras miras.
Vuelvo
a mirar aquel meme, mentalmente le pongo otros nombres, hasta regresar a Martha
Higareda. Es gracioso todo lo que esta imagen nos dice no sólo de la situación
de una industria, si no de la condición de contenedor en la que todos
estamos.
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