Entusiasmo dos.


Hace unas semanas fuimos invitados a una reunión donde la mayoría de los asistentes era gente de teatro. La energía que giraba en ese lugar era muy particular, las charlas escandalosas y harto divertidas, con una gran cantidad de cambios de dirección en los tópicos y sentido en las frases. En uno de los momentos más serios de la noche, una chica dijo: “este es el camino que elegimos” y casi todos estuvieron de acuerdo. En ese momento, tal frase no parecía demasiado trascendente, pero conforme fue acercándose el fin de año, la recordamos de nuevo, y nos movió algo, pues de repente todos los meses que han pasado antes de tomar de nuevo el lápiz y ponerse a trazar una idea nueva pesan demasiado.
Cuando comenzamos a producir pequeños cortos en vídeo, no nos preguntábamos cuál era nuestro verdadero objetivo, producíamos como una manera de diversión, porque nos gustaba la idea de confrontar nuestro silvestre entendimiento del mundo con la particular perspectiva académica, y porque era una manera de subversión ante las contras que encontrábamos en el camino. Alimentábamos, pues, nuestro ego con cada corto, a la par que desarrollábamos habilidades narrativas audiovisuales, pero no teníamos un fin determinado, no había una meta verdadera, pero hay algo en la acción que nos conduce de a poco a sentimiento. De repente ya no concebíamos el mundo sin una imagen cinematográfica, la anécdota sin un futuro guion. Estábamos encantados como el muchachito ante el inesperado beso de la compañerita, y lo peor es que nuestra labor nos llevó a exhibir en ciertos círculos, lo cual nos demostró que no éramos tan malos con todo y lo silvestre de nuestra formación. Estábamos muy contentos con lo logrado, pero no teníamos un plan para continuar, por ello, cuando las dificultades se presentaron, nuestro rumbo cambió para ajustarse a las circunstancias de cada uno de nosotros, así que nos alejamos para resolver nuestra cotidianidad, y los lapsos entre proyecto y proyecto se fueron haciendo cada vez más largos. Entonces, recordamos la frase de aquella mujer, y nos preguntamos: ¿No era ese, el del realizador, el camino que elegimos? Bien visto, pareciera que caímos en él como quien cae en la duda, y buscando la manera de salir encontramos el encanto en el proceso, por eso insistimos a pesar de las dificultades. En el curso de todos estos años, en el intersticio entre proyectos, nos preguntamos cómo es que hace cualquiera para continuar cuando las condiciones no son propicias. Pareciera que no hay manera, y mientras pensamos en la frase que sea un epitafio adecuado para este último pensamiento, llega el recibo de la luz, del agua, del teléfono. Llegan las exigencias de todos los días y ahí vamos, a cumplir como mejor podemos.
Entonces, cuando depositamos nuestro último peso en las demandas del cotidiano, nos queda claro el meollo de todo este asunto. Nos damos cuenta de que nos lanzamos a la incertidumbre de todos los días con cierta convicción, es por eso que, de alguna manera, nos sale, “ahí la llevamos” Cuando esta mujer nos dice “este es el camino que elegimos” no se refiere a una especie de resignación, si no al compromiso que ella y su grupo ha hecho con sus convicciones, creencias, anhelos y/o necesidades espirituales. Todos lo hacemos, asumimos nuestro rol como ciudadano, padre, madre, diseñador, regente, actor, poeta o realizador audiovisual. Lo demás requiere un método, pero una vez que “nos la creemos” las cosas van saliendo. Esto suena como cita de superación personal –que lo es- pero en verdad funciona.
Qué difícil sacar adelante cualquier proyecto que parezca estar mínimamente fuera del canon establecido, cuan complicado. Nuestro consejo es que no dejen de intentar. Cómprense para ustedes ese título que anhelan, vayan a ese lugar, insistan en su importancia, porque si de verdad la tiene, entonces encontrarán la manera. Diviértanse en el camino, apuesten a su visión y no dejen de trabajar en eso que creen, pues al final del día, trabajar de sol a sol, esmerarse hasta la muerte por otra cosa, no tiene mucho sentido.







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