La realidad frente a la cámara.

Memorias.
Cada vez que uno presenta una memoria y la plantea como realidad frente a la cámara, está sujeto, una vez más, a esas construcciones individuales y mil prespectivas que ponen en tela de juicio la veracidad de lo que se habla. Uno, cuando cuenta una historia, no habla acerca de absolutos, no debe. Se plantean imágenes que construyen, o mejor dicho, reconstruyen algo que ocurrió desde la perspectiva individual, aunque no siempre tal y como sucedieron los hechos, si no como anhelamos que hubiesen ocurrido.

Cuando planeabamos Rumor de labios, repasamos, de alguna forma, nuestros años adolescentes: enfrentados a nosotros mismos, a quienes nos molestaban por diversión, a quienes nos significaban un pequeño obstáculo para alcanzar nuestros anhelos en forma de los labios de la compañerita; coincidimos en que toda adolescencia como un complicado lapso de tiempo, y las circunstancias en que se crece sólo hacen más difícil ese trance entre la juventud y la niñez. Pero, de ese lapso, de esas vivencias, encontramos que, cuando adolescentes, algo conservamos de ese sentido místico del niño y lo usamos para crecer. Ya no hay mosntruos bajo la cama, ni villanos esperando a la vuelta de la esquina, son gandallas de salón, y nosotros mismos a quienes enfrentamos para alcanzar “eso”.

Y una vez más, y para aderezar cada producción, tuvimos muchos problemas para realizar las ideas que originalmente se planearon, pero encontramos mucho, mucho apoyo en la producción.





Nos leeremos pronto, o más tarde.

Comments

El Norángulo said…
no sé, ahora que lo pienso, me hubiera gustado una pequeña variación. Y hay unos como callejones por allá, por cierta zona de tlalpan, que me figurarían inmejorables para este corto. Si los sueños nos persiguen desde nuestra niñez y representan obstáculos, una calle que se antoja más lejos y más lejos por cuanto más se avanza, se ve fenomenal en mi cabeza. Pero a mí la idea me gusta, como que lo onírico es solo donde me siento mejor...