La media de los argumentos

Cuando me siento frene a la página en blanco, siempre hay muchas dudas envueltas en marañas de memorias y buenos deseos. Nunca sé que hacer realmente. Y es ahí, en ese caos, dónde las ideas surgen como un chispazo que crece hasta que nos deja ver algo, muy poco la mayoria de las veces, pero que es comienzo de grandes expectativas hacia el mundo, hacia nosotros mismos. Esas visiones son registros de fe, de miedo, de amor, de ira controlada, de furia desbocada, de dulces anhelos y amargos encuentros. Es un tensar nuestras emociones hasta el límite para que, al llegar la calma, tengamos algo más que la media luz primigenia; muy poco también, pero ese es el comienzo, el sentido del comienzo que tiene nuestra perspectiva. El último par de videos publicados son muestra de ello, caso temporal despeñandose a través de limitantes técnicas que van sublevandose en aras de la autocomprensión de uno mismo… o algo por el estilo.



El caso es, que al llegar a este punto, me encuentro tratando de hablar de mi de una forma demasiado abstracta –aunque no por ello menos comprensible- demasiado difusa y a la vez, demasiado formal. Sin media entre la experimentación y la narración no hay forma de llegar si no es a un mero ejercicio de estilo, despliegue de efectos computarizados direccionados a un lugar en la conciencia del espectador, pero que queda a medio camino, sin desarrollo, y tenso a un nivel en que la ruptura se espera, pero que no sucede. Al menos no en la pantalla…

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